Estoy empezando a sentirme un poco como en junio de 1930. Y eso es preocupante. En ese mes el presidente Herbert Hovver, a pesar de un profundo recelo, firmó una ley arancelaria conocida como el arancel Smoot-Hawley. Al elevar los aranceles EEUU puso en marcha una guerra comercial que devastó la economía mundial y ayudó a crear la Gran Depresión.
Observando la decisión unilateral de la intervención en Japón en el mercado de divisas, forzando a una caída del Yen para proteger las exportaciones japonesas, he comenzado a preocuparme sobre una repetición de la historia.
Esta vez el protagonista podría ser intervenciones en el mercado de divisas y no tarifas arancelarias. Pero el efecto puede ser el mismo. Cada uno de los gobiernos del mundo, al tratar de proteger los intereses de su propia economía, ayudarían a acabar con el crecimiento de la economía mundial.
Empecemos con un poco de historia. El objetivo principal de la tarifa de 1930 fue proteger los empleos en EEUU y a los agricultores después de que EEUU entrara en lo que sería la Gran Depresión. En algunos productos el incremento de aranceles subió un 60%. Aunque EEUU en aquellos momentos como ahora no era una economía que basara su crecimiento en las exportaciones, esta medida ayudó a desencadenar una guerra comercial global, que comenzó incluso antes que el proyecto se convirtiera en ley.
De 1929 a 1933 debido a esta guerra comercial, muchos otros países elevaron sus aranceles para proteger sus propias industrias, y encontraron alternativas al comercio con los EEUU. El comercio mundial se derrumbó, cayendo un 66% entre 1929 a 1934.
Volviendo a la situación actual, Japón ha vendido miles de millones de yenes en un esfuerzo para reducir el precio de su divisa y ayudar así a sus exportadores. Esta decisión fue defendida por las autoridades japonesas argumentando que otros países (como China, aunque no pronunciaron el país) estaban manipulando sus tipos de cambio para ayudar a sus exportaciones.
Puedo entender la tentación de intervenir en el yen por parte de las autoridades japonesas, debido a que China y otros países están manteniendo a sus divisas artificialmente baratas. Pero el argumento que el Jen está demasiado fuerte no es consistente. Si tenemos en cuenta la deflación que Japón lleva sufriendo desde hace años, el Yen está en niveles parecidos a los de los últimos 25 años. Antes de la intervención el cambio real yen-dólar era de 100,2, la media de estos últimos 25 años es de 100.
Por lo que los exportadores japoneses están realmente protestando es por el yen superbarato de la época 2002-2007, que animó a las exportaciones durante aquellos años. Y lo que están buscando es volver a los viejos tiempos cuando los exportadores japoneses copaban el 95% del mercado mundial de DVDs y el 40% del de chips. Actualmente su cuota de mercado respectiva es del 20% y 10%.
El verdadero problema es que los exportadores japoneses han perdido su ventaja competitiva. Y el verdadero problema para la economía mundial es que las grandes economías exportadoras como China, Alemania y Japón, dependen de las grandes economías importadoras como EEUU.
Tanto Japón como China han hecho poco para aumentar la demanda interna, y han utilizado con éxito barreras arancelarias y no arancelarias para proteger sus propios mercados. El peligro de todo esto es que el modelo de mercantilismo del siglo XXI llegue a la conclusión que para crecer la mejor manera es proteger su mercado (como España y la lana en el siglo XVII) y exportar tanto como sea posible.
Por tanto, ante un yuan barato, Japón intervino para bajar el yen. La UE protestó vigorosamente, aunque ha tenido la ventaja de un euro más barato durante los últimos seis meses. Gracias sobre todo a EEUU, el mundo no ha saltado a un escenario de masivas intervenciones en el mercado de divisas, aunque estamos en un momento de equilibrio en el que la situación podría ir para cualquier dirección.
Los EEUU podrían verse abrumados y tirar por el camino que emprendió con la Ley Arancelaria en 1930, lo que lesionaría el crecimiento mundial, y pondría una presión extrema a las economías importadoras hoy para que aumenten las exportaciones y recorten las importaciones. Esto nos conduciría a una nueva Gran Depresión.